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De colegiaturas de suma cero a +1

"El colegiado da una muestra de carácter, humildad, responsabilidad y compromiso con la calidad de los servicios profesionales ante el cliente, sus pares, las instituciones y la sociedad en general..."

Sebastián Rivas

Sebastián Rivas

Si buscas descuentos, convenios, alianzas u otros beneficios similares con el pago de tu membresía a un colegio profesional, la verdad mejor suscríbete a algún club de lectores o dile a tu ejecutivo de cuentas que te ayude a cambiar tu tarjeta de crédito por la última que disponga la banca premium, porque justamente eso no lo vas a encontrar hoy de manera perfecta y competitiva en tu colegio profesional, o al menos no pagando colegiaturas promedio inferiores a un cuarto de U.F. al mes.

Más específicamente, si lo que buscas con la colegiatura es status profesional, acceso o mayores redes de contacto, mejor no te colegies y deja tu dinero para un buen posgrado en el extranjero, estrecha lazos con los graduados de tu alma mater, créate o embellece tu perfil en linkedIn o, derechamente, consigue un coaching profesional, porque el core de los colegios profesionales no es el marketing ni el networking y, ni en ningún caso, una simple membresía saldará tu responsabilidad con diferenciarte y ganar mayor atractivo dentro del mercado.

Asimismo, si buscas seguridad y la tranquilidad de vivir alejado de los problemas asociados a clientes o potenciales clientes, contrapartes o terceros interesados, por los cuestionamientos que éstos puedan dirigir a la manera en que conduces tus asuntos profesionales, o simplemente si confías ciegamente en la infalibilidad de tu trabajo o tu formación, o tal vez, en tu buen criterio o la suerte, mejor no te colegies, porque los colegios profesionales tienen el control ético de su asociados sumado a diversos procedimientos de resolución y consulta, lo que facilita voluntaria —o no tan voluntariamente— la solución de esta clase de problemas cuando se presentan.

Más aún, si nunca te has horrorizado con excesos de la profesión, naturalmente cometidos por otros —jamás por nosotros— o incluso has normalizado el far west legal que campea en algunos tipos de relacionamiento profesional que a veces dramática u otras pintorescamente, cada tanto nos sorprende alcanzando notoriedad pública, véase: abogado/cliente; abogado/abogado; abogado/estudio de abogados; abogado/instituciones; abogado/medios de comunicación; abogado/cargos especiales, mejor no te colegies, porque los colegios profesionales tienen códigos de conducta y buenas prácticas destinados a asistir en la ignorancia, las desinteligencias y simples desencuentros que afecten a sus asociados con ocasión de estas relaciones.

Ahora bien, si a diferencia de lo anterior eres más tradicional, tienes conciencia del rol del abogado en la sociedad; te importa la calidad de los servicios profesionales; compartes la preocupación de nivelar éstos hacia arriba o simplemente entendiste la no tan sutil diferencia que existe entre el quehacer/saber del peluquero o el taxista y el del abogado, quizás, participar de las únicas instancias que asilan, fuera de lo académico, los temas que interesan a la profesión jurídica de manera seria, comprometida, organizada y participativa, el ingreso a un colegio profesional puede ser una opción.

Probablemente, con una ligera reformulación a los contrastes anteriores podríamos con seguridad exponer la gama de motivos que explican la opción por la colegiatura o la renuencia a la misma, última opción que va indiscutidamente a la baja. La reducida correlación en la progresión del Nº de abogados/Nº colegiados muestra con claridad la falta de preferencias por la colegiatura que, sea por inercia o preferencia, redunda habitualmente en cuestionamientos a la falta de atractivo o (re)posicionamiento de los colegios profesionales para captar o mantener eficazmente la predilección de sus asociados.

Sin embargo, el motivo de esta columna no es especular sobre la fisionomía de las razones para colegiarse, incrementar el número de colegiados en los registros ni mucho menos contestar cansinas preguntas como ¿qué me da el colegio? o ¿qué beneficios me reporta estar colegiado? Mi punto en estas líneas no es otro que poner sobre la mesa el efecto de colegiarse o mejor dicho, aclarar que hace distinto al abogado que se colegia del que no.

Esta es una verdad, que como una catedral está ahí, pero nadie la describe de manera clara, ya que se ha instalado irreflexivamente la falacia de suma cero de la colegiatura que afirma la insustancialidad de aquella dada su voluntariedad, lo que es un grueso error, entre otras cosas, porque niega la relevancia de la colegiatura voluntaria como la tenemos, disfrazando la discusión con problemas cosméticos, no sustantivos, que declaran precisamente aquellos que no la prefieren o les es indiferente.

En este sentido, suele reclamarse por el poco atractivo de los colegios profesionales, fundándose en la escasez de sus beneficios o en su falta de representatividad, pero el problema es que no se repara en que esos opinantes, o bien, no participan o simplemente abandonaron su colegio profesional basados en estas febles razones, cuando lo que debiera interesar en su lugar, son las razones que mantienen a los colegiados —o atraen a nuevos— para apostar por la membresía a pesar de la carencia de beneficios u otras levedades.

Cuando un abogado se colegia, seguramente no es por sus beneficios o los convenios, sino que está exhibiendo comprensión o al menos una intuición de comprensión de la complejidad del ser profesional de la que se hace cargo. Por encima de lo anterior, el colegiado da una muestra de carácter, humildad, responsabilidad y compromiso con la calidad de los servicios profesionales ante el cliente, sus pares, las instituciones y la sociedad en general, que quien no se colegia no da.

El abogado colegiado se somete voluntariamente a un control heterónomo directo y eficaz de sus actos bajo normas y efectos que el abogado que no se colegia, casual o causalmente evita. Con la decisión por la colegiatura queda desterrada la subjetividad de las decisiones profesionales ante los dilemas éticos que nos enfrenta la profesión, debido a que el baremo del colegiado escasas veces reposa en su conciencia y en su reemplazo se han dispuesto códigos de conducta y procedimientos.

La admisión a los colegios profesionales no es entonces un problema de suma cero para el abogado. La pretensión de corrección enlazada a la colegiatura transfiere en los hechos valor real positivo a los servicios profesionales del colegiado quien no ignora ni teme incomodarse con el control de calidad en la posventa, que si resiste o desinteresa al abogado que no se colegia.

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