Columnas

La justicia tributaria y los mozos chilenos

"Esta actitud criolla de negarse a escuchar no sólo significa perder la oportunidad de mejorar, sino que también perpetuar un mal servicio con consecuencias mucho más graves que un plato frío o una mesa coja. Por ejemplo, en el caso de los tribunales lo que se pierde es la confianza en el sistema de resolución de conflictos y la ilusión de justicia".

Por Ignacio Gepp

La inmigración en Chile ha llegado con desafíos pero ciertamente con regalos. No sólo hemos adquirido buen capital humano, comprometida mano de obra y una revolución al paladar nacional (el pisco sour chileno nunca volvió a ser lo mismo), sino que también nos han abierto los ojos al pésimo nivel de servicio al que estábamos acostumbrados.

Esto quedó “clarito” con la rutina que el humorista argentino Jorge Alís hizo en el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, un genial análisis de la relación entre los clientes de un restaurant y los mozos o meseros que lo atienden.

En buena parte del análisis realizado por Alís, los temas que se repiten son los constantes intentos que tiene que hacer un cliente para captar la atención de un mozo (ya no sabe si cantar, bailar o hacer lenguaje de señas para ser escuchado), y la pésima reacción que tiene nuestro mesero si le sacan en cara lo mal de su servicio o le piden corregirlo.

¿Alguno de ustedes se atrevería a comerse ese pescado que mandaron de vuelta a la cocina?

A tal nivel hemos llegado en Chile, que la propina pensada para premiar el buen servicio se ha vuelto una suerte de derecho adquirido en nuestra industria culinaria. Atrévanse a no pagar ese 10% extra y ni con la velocidad de nuestros “lanzas de exportación” le ganan la carrera a ese mozo.

Esto que pasa con los mozos no es sólo un problema del rubro gastronómico, sino que se extiende culturalmente a todo Chile: a sus call centers, doctores y ciertamente a nuestras instituciones públicas.

La lógica que permite perpetuar este sistema de mal servicio y nula tolerancia a la crítica es la misma: da lo mismo que el sistema funcione mal, porque usted igual va a necesitar a ese call center, a ese doctor o a esa institución pública, y si no lo necesita usted lo necesitará alguien más.

En otros términos: “usted señor que reclama puede irse a conversar con su madre. Es irrelevante.”

Desde el mundo público, esta actitud criolla de negarse a escuchar no sólo significa perder la oportunidad de mejorar, sino que también perpetuar un mal servicio con consecuencias mucho más graves que un plato frío o una mesa coja.

Ignacio Gepp

Por ejemplo, en el caso de los tribunales lo que se pierde es la confianza en el sistema de resolución de conflictos y la ilusión de justicia.

En esa línea, si le creyéramos a San Observatorio Judicial, nuestros Tribunales Tributarios y Aduaneros (“TTA”), estarían fallando notablemente en favor del Fisco (70% promedio dicen en el Observatorio).

Un porcentaje tan alto hace pensar en distintas cosas: (i) el Fisco tiene muy buenos abogados; (ii) hay un exceso de causas que innecesariamente llegan a los TTA y deberían haberse resuelto en una instancia de fiscalización; (iii) los contribuyentes tienen el hábito de reclamar “causas perdidas”; o, (iv) los contribuyentes no están bien asesorados.

Todos estos puntos son, sin excepción, ciertos, pero ¿con qué recursos va un TTA a dirimir un conflicto sobre precios de transferencia? ¿Qué especialistas tiene? ¿A qué bases de datos puede acceder?

Lo que sigue es preguntarse si nuestros TTA y el SII tienen recursos suficientes para asegurar una apropiada resolución de conflictos.

La respuesta es no. La respuesta es que hoy tenemos unos TTA con menos carne en los huesos que un galgo después de la carrera.

No es de extrañar entonces que los tribunales descansen fuertemente en las opiniones técnicas del Servicio de Impuestos Internos (“SII”). ¿Qué otra fuente hay?

¿Es esa dependencia o confianza en el SII el único factor en los buenos resultados del Fisco? Por supuesto que no, pero ciertamente es un factor.

¿Es indignante? ¡Obvio!

Uno de los casos donde esto parece haber sido claro es el reciente resultado de un juicio tributario entre la Dirección Regional de Valparaíso del SII y Pinturas Tricolor S.A (Rol Corte Suprema 3972 de 2017, donde lamentablemente la Corte Suprema nunca tuvo opción de corregir, ya que por un tema formal la casación fue rechazada).

En este caso, inicialmente sobre un tema tan pedestre como la corrección monetaria pero que terminó en una discusión sobre el derecho de una sociedad holding a deducir gastos, la posición de la oficina regional de la autoridad tributaria parece no sólo haber contravenido la ley, sino que también las instrucciones expresas impartidas al respecto por la misma autoridad nacional de la institución (¿problemas de comunicación en la relación?).

¿Se hizo justicia? Por supuesto que no. En este caso lo que parece ser un error grosero de una oficina regional fue replicado como error por un TTA y hasta por la Corte de Apelaciones de Valparaíso, al tomar como propio el argumento de fondo de la autoridad tributaria.

Si a una empresa de ese tamaño le fue mal porque un error se copió y pegó en cada instancia, ¿qué queda para el resto de los contribuyentes?

Frente a este comentario los TTA y los Tribunales Superiores podrían tomar dos cursos de acción como el mozo chileno: (1) podríamos hacer una defensa corporativa, negar el problema e ignorar al cliente (los ciudadanos); o, (2) podríamos entender que al menos estadísticamente algo no funciona bien en el sistema y que es necesario hacerse cargo.

Quizás faltan más funcionarios, o automatizar el análisis de documentos, o un centro de estudios técnicos dentro o fuera de los TTA (cof cof DEDECON cof cof), o por fin llenar las plantas con las legiones de funcionarios a contrata que trabajan en el limbo en estos tribunales, o quizás falte incorporar a los jueces tributarios a la carrera funcionaria del Poder Judicial para así llevar su experiencia técnica a nuestros tribunales superiores.

En cualquier caso, algo parece estar faltando y en consecuencia el sistema parece estar fallando.

Si como clientes no hacemos notar esto, incluso a riesgo de que nuestra comida no vuelva bien, es imposible para el mozo, y nuestro sistema, mejorar.

Ignacio Gepp

Abogado, Universidad de Chile. Su práctica se centra en materias de tributación local e internacional, litigios tributarios, precios de transferencia e inversión extranjera. Director en Puente Sur Tax Advisory.

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