Columnas
“Behavioral economics” y fondos de inversión retail: nuevas tendencias regulatorias a nivel global
Por Diego Miranda*.
La asimetría de la información es un fenómeno inevitable en los mercados, especialmente en los financieros. Mientras que los emisores de productos poseen un conocimiento exhaustivo sobre estos, los inversionistas no calificados carecen de los medios necesarios para evaluar plenamente los riesgos asociados con los instrumentos en los que invierten.
En este contexto, la normativa que regula la divulgación de las características de los instrumentos financieros ha sido la solución tradicional para intentar nivelar el terreno de juego.
En el caso chileno, la Norma de Carácter General N° 365 emitida por la Comisión para el Mercado Financiero (NCG 365), establece los contenidos mínimos que deben incluir los reglamentos internos de los fondos mutuos y de inversión, junto con sus documentos asociados. La norma busca garantizar la transparencia, claridad y accesibilidad de la información para los inversionistas, promoviendo su comprensión y el acceso a datos relevantes para tomar decisiones informadas.
Una muestra de lo expuesto son los folletos informativos de los fondos mutuos. La NCG 365 obliga a los emisores a exponer la información de manera imparcial, clara, no engañosa ni inductiva a error, en un diseño, formato y medio llamativo, y en una extensión que promueva su lectura y pueda ser comprendido independiente de la profesión, estudios o nivel de educación de la persona.
No obstante, la comprensión de las características de los fondos mutuos por parte de los inversionistas retail está lejos de ser óptima. Tanto es así que la CMF asumió un rol activo en el intento de mejorar la comprensión de estos instrumentos, desarrollando un “comparador de costos interactivo” para fondos mutuos, con el objetivo de permitir a las personas comparar de manera dinámica y sencilla los costos de inversión, ayudándolas a tomar decisiones más informadas al elegir la mejor alternativa.
Este problema no es solo local. Durante la última década diversas agencias regulatorias financieras, tales como la australiana “Australian Securities and Investment Commission” (ASIC), y la holandesa “Autoriteit Financiële Markten” (AFM), han planteado que el cumplimiento de las normativas de divulgación, aunque necesario, rara vez es suficiente para garantizar decisiones informadas por parte de los consumidores financieros.
Aquí es donde la economía del comportamiento -o “behavioral economics” por su nombre en inglés- aporta un matiz crucial. Esta teoría, desarrollada principalmente por Richard Thaler (Premio Nobel de Economía 2017), plantea que lejos del modelo clásico de agentes racionales, los consumidores operan bajo una serie de sesgos y limitaciones cognitivas.
Los estímulos diseñados para influir en elecciones -o nudges, en el lenguaje utilizado por Thaler- cobran relevancia en este escenario. Dichos estímulos suponen pequeñas intervenciones en la arquitectura de las decisiones que buscan influir en el comportamiento de las personas de manera predecible sin restringir sus opciones.
Un ejemplo de nudge es la autovisualización futura del inversionista. Un estudio realizado en México probó un filtro fotográfico de envejecimiento, mostrando a casi 50,000 personas cómo lucirían al envejecer. Esto aumentó en un 16% las contribuciones únicas y demostró ser altamente rentable, sugiriendo que estas intervenciones psicológicas pueden complementar otras estrategias para impulsar la inversión.
Otro ejemplo consiste en la utilización de determinadas palabras en favor de otras: se ha demostrado que los australianos son más propensos a aumentar sus contribuciones voluntarias al fondo de pensiones cuando se les pregunta cuánto quieren «invertir» en lugar de «contribuir» o «agregar». Usar el término «invertir» resalta los beneficios futuros, aumentando el compromiso y la toma de decisiones, especialmente al destacar beneficios concretos de los pagos.
De esta manera, el conjunto de elementos que conforma la información divulgada —como el lenguaje, el formato, el diseño y el contexto— es lo que realmente le otorga significado. Cuando estos elementos se integran de manera adecuada, se genera un mensaje claro y accesible.
Por otro lado, el uso de nudges debe ser ético: tal como plantea Thaler, éstos deben utilizarse solo cuando sean transparentes, sean fáciles de rechazar y mejoren el bienestar de quienes los reciben.
En conclusión, la regulación tradicional se debe complementar con ajustes en el diseño de la información de los productos, lo cual puede mejorar las decisiones del inversionista retail, potenciando un acceso más equitativo a los mercados.
*Diego Miranda es asociado senior del equipo de Mercado de Capitales y Fondos de Inversión de Jara del Favero abogados. Es abogado de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, y se encuentra cursando un Master of Laws en la University of New South Wales, Sydney.