Columnas
El futuro es (eficientemente) eléctrico
"Varios estudios confirman que los consumidores no adoptan tecnologías eficientes aun cuando son conscientes que ese cambio les permitirá ahorrar dinero en el mediano y largo plazo. De ahí entonces que regulaciones exigentes y eficientes son esenciales para alcanzar los beneficios ya mencionados".
Por Francisco Irarrázaval *
En tiempos turbulentos como los que vivimos, el COVID nos recuerda el protagónico rol que cumple la electricidad en nuestras vidas.
A esta hora, millones de personas están confinadas en sus hogares teletrabajando, haciendo sus compras online, o bien utilizando plataformas de streaming para encontrar cierto entretenimiento. Asimismo, la electricidad ha sido fundamental para el funcionamiento de ventiladores y equipos médicos que tratan al creciente número de enfermos. En una situación tan inquietante y de rápida evolución, la electricidad también ha permitido la oportuna comunicación entre autoridades y ciudadanos.
En Chile, uno de los grandes desafíos es limpiar nuestra matriz energética, y lograr un consumo racional y eficiente de la energía. Lo primero se va encauzando de buena manera a través del plan de descarbonzación que lidera el Gobierno junto con el sector privado. Lo segundo, en tanto, busca ser abordado mediante la nueva Ley de Eficiencia Energética (LEE), recientemente aprobada en el Congreso y a la espera de su publicación.
La LEE tiene como principal objetivo convertirse en una respuesta eficaz, económica y sostenible a los problemas que involucra el uso de la energía, junto con contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas y la productividad de nuestras industrias, proporcionando los mismos o mejores servicios con iguales o menores requerimientos de energía.
Dentro de los beneficios que trae una política de eficiencia energética destacan especialmente la disminución de los costos de producción; aumentando así la competitividad de nuestro país, la reducción de los gastos energéticos de las familias chilenas y la disminución de las emisiones contaminantes.
Aunque parezca impresionante, las mejoras en la eficiencia energética comparten un mismo y difícil desafío: los consumidores y las industrias deben estar dispuestas a utilizar las mejoras tecnológicas. Estas suelen tener mayores costos iniciales que aquellos equipamientos menos eficientes, y muchas veces exigen a los consumidores cambiar sus hábitos o procesos productivos. En este sentido, varios estudios confirman que los consumidores no adoptan tecnologías eficientes aun cuando son conscientes que ese cambio les permitirá ahorrar dinero en el mediano y largo plazo. De ahí entonces que regulaciones exigentes y eficientes son esenciales para alcanzar los beneficios ya mencionados.
La LEE mandata al Ministerio de Energía para que cada cinco años elabore un Plan Nacional de Eficiencia Energética estableciendo acciones y metas de corto y mediano plazo.
Asimismo, establece la obligación a aquellas empresas calificadas como Consumidores con Capacidad de Gestión de Energía (CCGE) de reportar sus consumos de energía y de implementar un sistema de gestión de energía.
Otro aspecto que incorpora la LEE dice relación con la calificación energética de ciertas edificaciones como viviendas y edificios de uso público y comercial, como requisito para obtener la recepción definitiva por parte de la Dirección de Obras Municipales.
Las metas de esta nueva ley son claras: se espera generar un 7% de menor consumo energético final al 2035, y una reducción de 6.8 millones de toneladas de CO2 para el mismo año.
Es resumidas cuentas, la LEE es el primer gran paso hacia un Chile eficientemente eléctrico; dándole un importante impulso a nuestra productividad y competitividad, y contribuyendo al desarrollo sostenible de nuestro país.
* Francisco Irarrázaval es Abogado, Universidad de Los Andes, LLM en Public Law and Energy Law (UCLA). Asociado Senior en Garrigues y Profesor Derecho Eléctrico en la Universidad de los Andes.