Columnas

El Impacto de las políticas macroeconómicas en la inversión y la transformación digital en Latinoamérica

Por Daniel S. Acevedo Sánchez*

Hace poco, conversando con el CFO de una multinacional, me lanzó una pregunta que resume el dilema de toda una región: «Daniel, tenemos el presupuesto y las ganas de implementar IA para optimizar nuestra área tributaria. Pero, ¿cómo justifico una inversión a cinco años si la inflación se come los márgenes y las reglas fiscales cambian con cada nuevo gobierno? Es como intentar construir sobre arena movediza».

Su frustración no es única. Es el eco que resuena en las salas de juntas de toda Latinoamérica. Vivimos una paradoja increíble: por un lado, tenemos una oportunidad histórica para liderar la próxima ola de transformación digital; por otro, nuestras propias políticas macroeconómicas se han convertido en el mayor saboteador de ese futuro. La tesis es simple y dolorosa: la inestabilidad fiscal y la falta de confianza que genera están ahogando el potencial de innovación en Latinoamérica, justo cuando más lo necesitamos.

El Impuesto oculto que frena la innovación

Daniel S. Acevedo Sánchez

Hay que entender una verdad fundamental que Mauricio Villamizar, codirector del Banco de la República de Colombia, recordaba en una reciente entrevista: «En economía no hay comida gratis». Según explicaba en su análisis para un reconocido medio colombiano, cuando los gobiernos gastan de forma desmedida y sin un respaldo real en el recaudo, esa diferencia no se evapora. Alguien tiene que pagarla. Y ese «alguien» somos todos, a través de la inflación. Pensemos en la innovación como un motor de alto rendimiento. Necesita combustible de calidad (inversión, talento) y un camino despejado (reglas claras) para acelerar. La inflación, producto del desorden fiscal, es como echarle agua y azúcar al tanque. El motor empieza a fallar, pierde potencia y, eventualmente, se detiene.

Este fenómeno eleva el riesgo país, deprecia nuestras monedas y obliga a los bancos centrales a mantener tasas de interés altas para controlar el incendio. El resultado es un entorno donde invertir a largo plazo se convierte en un acto de fe ciega, no en una decisión estratégica. Y como bien señalaba Villamizar, la inversión en Colombia ya está en niveles preocupantes, no solo por las tasas, sino por la falta de «seguridad inversionista, una seguridad física y una seguridad de reglas de juego».

Pero el impacto va más allá de las hojas de cálculo. El analista Cristian Halaby lo describe perfectamente con un concepto que debería enseñarse en todas las escuelas de negocio: la «Curva de la Fe». El problema no es solo que una carga impositiva excesiva desincentive la producción (la clásica Curva de Laffer), sino que llega un punto en que rompe algo mucho más profundo: la confianza. Cuando un empresario (o cualquier ciudadano) siente que el sistema es impredecible, complejo e injusto, deja de creer. Deja de creer en que vale la pena invertir, contratar y crecer en su propio país. El resultado es la fuga de capitales, la migración de talento y la muerte lenta de la iniciativa privada.

Para un gerente jurídico que quiere implementar un sistema de gestión de contratos o un gerente financiero que busca automatizar el cumplimiento tributario, esta «Curva de la Fe» es un obstáculo real. ¿Cómo defender un proyecto de transformación digital que dará frutos en tres años, cuando la confianza en el futuro inmediato del país está por los suelos? Y aquí es donde la paradoja se vuelve trágica. Mientras nuestros cimientos macroeconómicos tiemblan, el mundo vive una revolución tecnológica sin precedentes. Latinoamérica no es un espectador; tiene el potencial para ser protagonista.

La región no tiene por qué elegir entre el modelo de «dominio» tecnológico de Estados Unidos y el de «cooperación» de China. Podemos forjar un tercer camino: una «no alineación digital» que priorice el desarrollo de tecnologías locales, con un enfoque más humano y alineado a nuestros valores culturales.Iniciativas como LatamGPT en Chile o el Plan de IA en Brasil demuestran que el talento y la visión existen. Tenemos la capacidad de crear un ecosistema de IA que resuelva nuestros propios problemas, genere empleo de calidad y preserve nuestra soberanía digital. Pero todo este potencial se estrella contra la pared de la realidad macroeconómica. La innovación necesita capital paciente, estabilidad y un horizonte predecible. Justo lo que nuestro desorden fiscal nos está quitando.

Quedarse de brazos cruzados no es una opción. La responsabilidad es compartida.

Para los gobiernos: La tarea es urgente y clara. Deben entender que la disciplina fiscal no es un capricho de los mercados, es la base para construir un futuro digital. Necesitamos políticas sostenibles y, como propone Halaby, sistemas tributarios simples, digitales y transparentes que reconstruyan la «Curva de la Fe». La mejor política de innovación, hoy, es una política macroeconómica responsable.

Para los líderes empresariales (CEO, CFO, CLO): No podemos esperar a que el entorno sea perfecto. Debemos actuar con pragmatismo y astucia.

  • Prioricemos proyectos de transformación con retornos de inversión medibles y a corto plazo. La automatización de procesos en áreas legales, fiscales y financieras es un excelente punto de partida. Son victorias tempranas que justifican la inversión incluso en entornos volátiles.
  • No nos dejemos llevar por el hype. Evaluemos cada tecnología no por su novedad, sino por su capacidad para resolver un problema real y tangible de nuestro negocio.
  • Como líderes, tenemos la responsabilidad de participar en el debate público. Debemos exigir, de forma constructiva pero firme, reglas de juego claras y un manejo fiscal que fomente la inversión, no que la espante.

La batalla por el futuro digital de Latinoamérica no se está librando en los laboratorios de Silicon Valley. Se está librando en los ministerios de hacienda y los bancos centrales de nuestra propia región.

La tecnología nos da las herramientas para construir un futuro próspero y equitativo. Pero sin una base macroeconómica sólida, es como tener el plano del mejor rascacielos del mundo y tratar de construirlo sobre arena movediza. La tarea de los líderes, tanto públicos como privados, es empezar a solidificar ese terreno. La oportunidad es demasiado grande para dejar que se la lleve la inflación.


*Daniel S. Acevedo Sánchez | Linkedin | Email

Consultor en transformación digital y estrategia – Legal, Tax & Finance

Daniel cuenta con más de 10 años de experiencia profesional en proyectos en innovación, tecnología y management aplicados a servicios jurídicos y tiene con amplia experiencia liderando la estrategia y ejecución de proyectos de transformación digital para equipos legales en Colombia, México, Argentina, Centro América y Ecuador. Actualmente es socio en Ecija, firma líder en economía digital.

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