Columnas

La logística invisible del derecho

Por María Macarena Videla C*

He escrito en varias oportunidades sobre la importancia de considerar a los abogados como aliados estratégicos de las operaciones logísticas. No solo como guardianes del cumplimiento normativo o redactores de contratos, sino como verdaderos habilitadores de los negocios. Un contrato bien estructurado, diseñado con visión estratégica, puede evitar pérdidas millonarias y transformar el riesgo en oportunidad. Pero hoy quiero ir más allá de esa mirada funcional.

María Macarena Videla C.

Pienso en la logística como esa energía invisible capaz de concretar los sueños más improbables: la que hace que un medicamento llegue a tiempo al otro lado del mundo, que una empresa cumpla una promesa o que una comunidad remota acceda a bienes esenciales. La logística, en su esencia, es movimiento, conexión y propósito. Y cuando lo pienso bien, ¿no es eso mismo lo que hacemos los abogados?

El ejercicio del derecho también es una operación logística. No de mercancías, sino de ideas, acuerdos y conceptos. Transportamos entendimiento. Movemos conocimiento. Construimos puentes entre la ley y las personas, entre las empresas y el Estado, entre lo posible y lo justo. El abogado es un operador logístico de la razón, un gestor del orden en medio del caos, un traductor entre mundos distintos.

Hacer derecho —bien hecho— requiere la misma precisión y sincronía que un sistema logístico global. Requiere rutas claras, tiempos definidos, recursos bien distribuidos. Un abogado que diseña una estrategia legal está planificando flujos: de información, de decisiones, de consecuencias. Está anticipando puntos de fricción, gestionando inventarios de riesgo, optimizando recursos humanos e intelectuales.

Y es aquí donde la tecnología entra como un actor esencial. Porque, así como la logística moderna se apoya en sistemas inteligentes para rastrear, coordinar y predecir, el derecho contemporáneo también necesita de la tecnología para evolucionar. No solo para ser más eficiente en los procesos, sino para liberar tiempo, para devolvernos calidad de vida.

La verdadera innovación legal no es solo digitalizar lo que ya hacíamos, sino rediseñar la forma en que pensamos el servicio jurídico. Significa aplicar la lógica de la logística al pensamiento legal: usar los datos como brújula, la colaboración como combustible y la automatización como ruta. Significa entender que detrás de cada documento, de cada asesoría o dictamen, hay una cadena de suministro de conocimiento que puede —y debe— ser optimizada.

Podemos hablar entonces de una logística de las ideas: sistemas inteligentes que ordenan la información, modelos predictivos que anticipan conflictos, plataformas colaborativas que facilitan el trabajo en equipo. En este ecosistema, la tecnología no sustituye al abogado; lo potencia. Le permite enfocarse en lo que ninguna máquina puede hacer: pensar estratégicamente, conectar con las personas, generar confianza.

Pero la logística, tanto en la industria como en el derecho, también es humanidad. Es cuidar los tiempos, las cargas y las rutas, no solo de los proyectos, sino de las personas. Porque un abogado que puede organizar su trabajo con eficiencia también puede vivir mejor. Puede llegar más temprano a casa, compartir con los suyos, puede respirar. Puede ser más feliz, y con ello, más lúcido, más empático, más justo.

La innovación legal, en su sentido más profundo, no busca solo resolver la ineficiencia de los sistemas o acortar los tiempos de respuesta. Busca devolver equilibrio. Recuperar el sentido humano del ejercicio profesional. Crear estructuras que nos permitan servir mejor sin perdernos en el camino.

Quizás, después de todo, el derecho siempre ha sido una gran operación logística del entendimiento humano. Y hoy, en esta era de transformación tecnológica, tenemos la oportunidad de rediseñar nuestras rutas. De construir una verdadera autopista legal: rápida, segura, colaborativa y humana.

No nos olvidemos que, tanto o más importante que la asesoría misma, es el impacto que genera y las manos que la entregan. En esa unión entre derecho, tecnología y logística late la promesa de una profesión más consciente, más útil y, sobre todo, más viva.


*María Macarena Videla C

CEO & Founder Lux Aurea Legal Consulting

Directora Legal & Compliance Wins (Woman in Supply Chain) Chile

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