Las mujeres han venido, de un tiempo a esta parte, redefiniendo la composición social de la profesión legal en Chile. Una profesión tradicionalmente reservada para hombres, donde el título de abogado mostraba los ribetes de un título nobiliario, cargado de privilegios y poder, ha dado paso al ingreso de las clases medias y las mujeres, quienes se han ido matriculando progresivamente en las escuelas de Derecho y cambiando radicalmente la composición social que por años prevaleció en el país.
Estamos en 2018, pero recién en 2001, en Chile juró la primera mujer como ministra de la Corte Suprema, Hoy la participación de las mujeres en la matrícula de las escuelas de Derecho es mayoritaria, alcanzando un 54%. Y si uno revisa los equipos legales de las principales firmas de abogados, las mujeres están relativamente bien representadas: su participación ha ido creciendo sostenidamente.
Sin embargo, su posición es profundamente segregada: la equidad hombre-mujer es razonable hasta el nivel de abogados asociados, ya que a nivel de socios la representación de ellas se reduce drásticamente.
Si se revisa el ranking elaborado por Chambers & Partners, de los 530 abogados destacados en 2017, sólo 11,5% son mujeres; y en las 85 firmas destacadas, uno encuentra que en promedio hay sólo un 10% de socias. Cerca de la mitad, no tiene mujeres dentro de sus socios.
El actual escenario exige a las firmas de abogados hacerse cargo de esta desigualdad y ser coherentes con el valor de la equidad.
El mercado exigirá cada día una mayor paridad de género al interior de las firmas y la respuesta que deberán dar los abogados debe ser radical: cuotas de género, trabajo flexible y trabajo remoto, paridad en las rentas, políticas y protocolos en materia de acoso.
Cada día estamos más cerca del día en que las mujeres echen abajo el llamado techo de cristal y comiencen a ocupar más y mejores posiciones al interior de la profesión.