Columnas

Chile y el desafío de innovar: liderazgo regional, retos globales.

Agustina Davis Komlos, socia BD Badilla Davis y académica Facultad de Derecho UNAB*

Agustina Davis Komlos

Cuando hablamos de desarrollo a nivel global, la innovación es un factor decisivo para el Desarrollo sostenible y la competitividad entre los países. En este contexto, el Global Innovation Index 2025 (GII), elaborado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), ha situado a Chile en el puesto 51 entre 139 economías, consolidándolo como líder indiscutido en América Latina y el Caribe. Este reconocimiento, marca un hito transcendental: Chile logra mantener una posición de liderazgo regional, pero enfrenta el desafío de transformar su potencial en resultados concretos y sostenibles. El 2024, Chile obtuvo también el lugar 51, pero entre 133 economías, lo que significa una mejora relativa si consideramos más competidores.

Chile sobresale en tres pilares fundamentales del GII: la sofisticación de mercado, la infraestructura y la institucionalidad, elementos claves para la consolidación de un ecosistema innovador. De acuerdo con los indicadores y la posición obtenida por Chile, el país ofrece un mercado abierto, competitivo y con mecanismos financieros que permiten dinamizar la innovación. Además, ha logrado consolidar una infraestructura física y digital que le da ventajas comparativas frente a otros países latinoamericanos. Asimismo, Chile se percibe como un país con reglas del juego más claras y confiables, lo que reduce riesgos y favorece la inversión en proyectos innovadores.

Todos estos factores reflejan un entorno propicio para la innovación, donde la formación de capital humano, la estabilidad institucional y la apertura económica se combinan para fortalecer la capacidad del país de atraer talento y capital.

A pesar de estas fortalezas y del liderazgo en la región, el GII revela una paradoja: Chile se ubica en el puesto 43 en insumos de innovación, pero cae al 63 en resultados. Así, tenemos un país que crea las condiciones e invierte para innovar, pero que no concretiza el esfuerzo ni genera resultados de impacto relevante

¿Cuáles son las causas de la falta de esta brecha entre insumos y resultados? Los procesos de transferencia tecnológica todavía son débiles; es decir, se genera conocimiento, pero no es transferido a la industria, lo que trae como consecuencia poco impacto en la economía. Esto se relaciona directamente con la falta de articulación entre el mundo académico y empresarial, por lo que, si bien se invierte en investigación, el conocimiento no se traduce en bienes o servicios, porque no hay un puente hacia la industria.

Por otro lado, tenemos en Chile una cultura del riesgo aún incipiente, que obviamente limita la creación de emprendimientos de alto impacto. El país centra la innovación en emprendimientos de bajo riesgo y alcance, lo que limita outputs de alto valor.

Consecuentemente, no basta con producir conocimiento si no se transfiere. No basta con tener universidades de alto nivel técnico y con infraestructuras de alta calidad, si no dialogan con empresas y las necesidades sociales. Así como no basta con tener capital humano, si no hay cultura de riesgo para emprender con él.

Para que Chile pase de las buenas condiciones a los resultados efectivos, es clave implementar políticas y estrategias concretas. Como también, establecer políticas efectivas respecto de la relación entre universidades y el sector empresarial, además de fortalecer la transferencia tecnológica, la cultura de patentamiento y el fomento de una cultura de innovación que tolere el fracaso y promueva la colaboración intersectorial. Chile debe impulsar la innovación orientada a desafíos sociales y consolidar políticas públicas de largo plazo y estabilidad regulatoria.

A pesar de la paradoja para Chile en el resultado del GII, el liderazgo en la región no es un resultado meramente simbólico, sino que genera consecuencias prácticas bastante importantes. Se podría decir que, por las características esgrimidas por el estudio, Chile se posiciona como referente de la región a nivel mundial, se muestra como una economía que atrae la inversión y el talento, y fortalece la competitividad. El resultado del GII y el liderazgo de Chile en la región es un capital político, económico y cultural que el país debe aprovechar para dar el salto hacia un desarrollo basado en conocimiento y la innovación.

Finalmente, cabe destacar que este liderazgo, trae consigo la responsabilidad de terminar con la brecha que se observa entre los insumos y los resultados, asegurando que la innovación se traduzca en transformaciones concretas para el bienestar social. El ranking importa, sobre todo, porque nos lleva a reflexionar respecto del verdadero desafío que tiene Chile: lograr que cada avance o desarrollo científico, cada política pública y cada emprendimiento innovador impacten directamente en la calidad de vida de las personas. Solo así el país podrá consolidar su rol como referente para Latinoamérica y proyectarse hacia el escenario global como un país genuinamente innovador.

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