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El Camino Hacia la Equidad: Transición Ecológica y Derechos Humanos en América Latina y el Caribe

En América Latina, la crisis climática plantea la necesidad de una "transición justa" que combine equilibrio ecológico con justicia social y laboral. Las políticas deben considerar a las comunidades afectadas, especialmente en áreas ricas en recursos como el triángulo de litio, y dar prioridad a quienes son más vulnerables. El Acuerdo de Escazú, con su enfoque en información, participación y justicia, podría ser una herramienta clave en este proceso.

Por Daniela Saffie*

En un mundo golpeado por la crisis climática, donde nuestros paisajes y derechos están en juego, la idea de una “transición justa” se ha vuelto crucial en las conversaciones sobre medio ambiente, economía y sociedad. Esta transición busca más que un equilibrio ecológico; lucha por la justicia laboral y social, un tema que resuena con fuerza en América Latina, hogar de rica biodiversidad y, al mismo tiempo, testigo de una crisis
climática agudizada por sus industrias.

El cambio climático está aquí, y no es un fantasma del futuro. Está afectando vidas y sustentos ahora mismo. En esta realidad, los gobiernos deben actuar, y actuar con fuerza. Necesitamos líderes que llenen de acción y verdad sus promesas, y políticas que protejan a las personas, especialmente a las más vulnerables, en su núcleo.

Daniela Saffie

Pero, enfrentamos desafíos gigantescos. La transición energética es vital, sí, pero está lejos de ser simple. Promete un futuro más verde, sí, pero a menudo a un alto costo para las comunidades del sur, especialmente en lugares ricos en recursos como el triángulo de litio. No podemos permitir que esta transición se construya sobre el sufrimiento de los demás. Necesitamos un diálogo real, una planificación que incluya a los que están en la línea del frente del cambio climático, y acceso a justicia que funcione.

La justicia en nuestra transición climática significa más que cortar emisiones; se trata de ver el panorama completo, de adaptarse a las realidades vividas de cada lugar. Significa una colaboración sin precedentes entre todos los sectores de la sociedad y una reevaluación seria de lo que valoramos y cómo hacemos negocios.

Además, la justicia no es ciega a quién sufre más. Por ejemplo, las mujeres y niñas enfrentan más peligros cuando el clima se torna caótico. Nuestras estrategias para enfrentar estos cambios deben escuchar y priorizar a aquellos que han sido ignorados durante mucho tiempo, asegurando que no estemos repitiendo los errores del pasado, sino construyendo un futuro más justo para todos.

Aquí es donde el Acuerdo de Escazú brilla como un faro de esperanza, aunque todavía no hemos aprovechado todo su potencial. Su enfoque en información, participación y justicia podría cambiar las reglas del juego, especialmente en lugares donde ser un defensor del medio ambiente puede ser un riesgo mortal.

Enfrentar la crisis climática significa verla por lo que es: una crisis de derechos humanos. Nos pide repensar cómo vivimos, cómo invertimos, cómo valoramos el progreso. No olvidemos cómo el COVID-19 nos enseñó que esperar hasta el último minuto nos deja en crisis. Actuemos ahora, proactivamente. Al final, una transición justa no es solo una solución a la crisis climática. Es una oportunidad para rediseñar nuestra sociedad, nuestras economías, y nuestras relaciones entre nosotros y con el planeta. Esto exige más que palabras; requiere acción, políticas sólidas, inclusión y una responsabilidad que todos compartimos.

*Daniela Saffie, Psicóloga de la Universidad Del Desarrollo, defensora de los Derechos Humanos. 

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