Columnas
Transversalismo
"Hay algo en el ambiente que, en esta oportunidad, lleva a que los “acomodados” protesten. Muy probablemente muchos de ellos, que hoy adhieren a las manifestaciones, en algún momento han simpatizado con ideas de derecha o cercanas a ellas. La cuestión actualmente se traduce en estar consciente de la realidad. La dictadura de los hechos ha llevado a visualizar un escenario no muy esperanzador".
Por Andrés Bustos*
“El transversalismo constituye una corriente que propone trascender la división entre derecha e izquierda, apostando por una nueva ideología que busca no vincularse con las ideas políticas preconcebidas”. Dicho párrafo, según los acontecimientos de público conocimiento ocurridos en los últimos días, cobra especial relevancia al presenciar el descontento generalizado en diversos sectores de nuestros países.
En esta ocasión, las manifestaciones que comúnmente estamos acostumbrados a presenciar, no ha abarcado a un determinado grupo de la sociedad, sino que ha comprendido los sectores más diversos, e incluso ha llegado a zonas acomodadas, consideradas como “barrios altos” de nuestra ciudad. En tal sentido cabe preguntarse ¿qué es lo que lleva a protestar a una familia que vive en un inmueble que su valor comercial supera los $8.000 UF? ¿Qué descontento tiene una persona que vive en un barrio en donde los fines de semana puede salir a trotar junto a su mascota y regodearse en donde tomarse el café el domingo por la mañana? Sin duda la descripción que he dado no es la realidad de la inmensa mayoría de los chilenos, pero hay algo en el ambiente que, en esta oportunidad, lleva a que los “acomodados” protesten.
Muy probablemente muchos de ellos, que hoy adhieren a las manifestaciones, en algún momento han simpatizado con ideas de derecha o cercanas a ellas. La cuestión actualmente se traduce en estar consciente de la realidad. La dictadura de los hechos ha llevado a visualizar un escenario no muy esperanzador, como en el que actualmente viven aquellos sectores más privilegiados y cómodos de nuestra sociedad. Me refiero a sus futuras pensiones, que serán muy por debajo de los sueldos que actualmente reciben, a la incertidumbre de que, si enferman durante la vejez, no puedan costear sus tratamientos, a la imposibilidad de terminar de pagar un hipotecario eterno, o bien al temor de perder el trabajo y que todo se vaya al carajo.
Esta situación ha logrado que estos sectores, tradicionalmente mejor aspectados, hayan logrado conectar y empatizar con la realidad que hace años enfrentan aquellos que menos tienen, quedando al descubierto un sistema económico y social profundamente injusto.
La fragilidad ha quedado expuesta en estas manifestaciones, la misma fragilidad o temor que le acongoja a uno u otro sector. El punto de conexión está en que ante situaciones difíciles (desempleo, enfermedad, vejez u otras) el Estado no existe, y el individuo y su familia queda a su suerte, el que muchas veces es rescatado por amigos, familiares o cercanos.
Nadie dice que nos volvamos en un Estado Benefactor, ni mucho menos, pero hay cosas que no pueden ser dejadas a la magia del mercado o a la auto-resiliencia, como es el asistencialismo en los casos que ya he mencionado a modo de ejemplo.
En suma, el transversalismo en esta breve columna lo materializo en el temor y fragilidad de los distintos grupos, que se enfrentan o enfrentarán a escenarios complejos, sin el apoyo y soluciones por parte de las políticas estatales y gubernamentales, en las que sin duda se requiere un cambio estructural y un profundo compromiso político para ello.
* Andrés Bustos es Abogado y profesor Universitario.