Columnas

El Derecho a la reinvención

Por María Macarena Videla*

Durante años, hemos escuchado que el abogado debía “elegir su camino” o, incluso, aceptar que “el derecho lo escoge a uno”, como si fuera un destino inevitable. Una vez definida el área de práctica —laboral, civil, penal, corporativo, compliance, etc— parecía que el resto del universo jurídico quedaba vedado, reservado solo para quienes “siempre estuvieron ahí”.

Así, el currículum de un abogado tradicional se construye bajo una lógica lineal y predecible: te titulas, entras a trabajar en un área específica, aprendes, postulas a un nuevo puesto donde te piden experiencia en ese mismo tema, te especializas aún más. Luego asciendes, lideras equipos, te vuelves jefe, gerente, socio. Tal vez escribes un libro. Formas a nuevas generaciones… y, eventualmente, te jubilas. Fin del recorrido.

Pero la vida —y el ejercicio profesional— rara vez siguen una línea recta. Los mercados evolucionan, las necesidades cambian, hay negocios que nacen y otros que se terminan, y lo que alguna vez fue una “apuesta segura” puede dar un giro de 180 grados. Esa área del derecho que en su momento parecía sinónimo de éxito, estabilidad e ingresos garantizados, puede perder relevancia en pocos años, simplemente porque el entorno ya no demanda lo mismo. El comportamiento de las personas, el consumo, las tecnologías, las industrias… todo se transforma. Y el derecho, por supuesto, no es la excepción.

Vivimos en un entorno en constante transformación, donde las industrias evolucionan, los modelos de negocio cambian y las necesidades de los clientes se vuelven cada vez más complejas. En este contexto, la capacidad de adaptación no solo es útil: es esencial.

La especialización sigue siendo valiosa, sin duda, pero también lo es la versatilidad: la habilidad de ampliar el horizonte, de explorar nuevas áreas del derecho, de aplicar lo aprendido en otros contextos donde el conocimiento jurídico se vuelve habilitador, creativo, incluso liberador.

He conversado con algunos colegas que sienten que han tocado techo en el área donde han ejercido toda su vida. Cuando les propongo explorar otra rama del derecho, a menudo responden: “Es que esto es lo que sé hacer”. Como si cambiar de área significara rebajar su estatus de expertos a principiantes, borrando de golpe todo lo que han construido. 

Soy franca, esa idea me resulta profundamente limitante. Incluso desesperanzadora.

Uno es arquitecto de su vida y de su carrera. Levantar la mirada y atreverse a cambiar de rumbo puede ser un verdadero respiro. Una tregua a la monotonía. Cambiar de área no es empezar de cero. Es comenzar desde otro lugar.

Quienes han cultivado habilidades como el análisis crítico, la negociación, la comunicación efectiva, la gestión de riesgos o el diseño de estrategias legales pueden aplicar esas capacidades con solvencia en múltiples escenarios. La clave está en identificar los puntos de transferencia y tener la humildad de volver a ser aprendiz, sin miedo al juicio externo, al síndrome del impostor, o a la mirada desdeñosa los que “siempre han estado ahí”.

Hoy más que nunca, el derecho necesita abogados flexibles, curiosos, dispuestos a reinventarse y a formar comunidades generosas con su conocimiento. Si sientes que tu camino ya no está donde empezaste, no estás traicionando tu vocación. Tal vez, simplemente, la estás expandiendo.

 

María Macarena Videla*, abogada Corporativa. Directora Legal & Compliance de WINS Chile

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