Columnas
Directorios y Sostenibilidad
La sostenibilidad impulsada por los inversionistas – cada vez más exigentes en esta materia - es una tendencia mundial que ha llegado para quedarse. En efecto, invertir en empresas que cambiaron el enfoque tradicional en su estrategia de negocios – la maximización de los resultados económicos – y que actualmente integran los criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) en su propósito, reconociendo el impacto que en la comunidad generan sus operaciones, es una tendencia que va al alza.
Por Soledad Alonso Baeza *
La sostenibilidad impulsada por los inversionistas – cada vez más exigentes en esta materia – es una tendencia mundial que ha llegado para quedarse. En efecto, invertir en empresas que cambiaron el enfoque tradicional en su estrategia de negocios – la maximización de los resultados económicos – y que actualmente integran los criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) en su propósito, reconociendo el impacto que en la comunidad generan sus operaciones, es una tendencia que va al alza.
Al final de cuentas se trata de una inversión sostenible que busca motivar a las empresas a transparentar con igual rigor tanto la información financiera como aquella relacionada con los criterios ESG para preservar el planeta que habitamos. El impulso en nuestro país para que las empresas que cotizan en bolsa – nada impide que otras también adhieran – se encuentra en la Norma de Carácter General Nº 461 dictada el año pasado por la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), que exige prácticas de buen gobierno corporativo, debiendo reportar estas empresas en la memoria anual, información sobre cómo incorporan estas temáticas de manera integral en sus objetivos de negocio. La información debe ser real y medible de modo que permita a los inversionistas y otros grupos de interés evaluar el comportamiento sostenible de la empresa y decidir si invierte en ella o no.
Así, la nueva normativa en lo relacionado con los aspectos de gobierno corporativo, exige específicamente divulgar, entre otras materias, la estructura del directorio, sus roles, responsabilidades y su eficacia en transparentar qué y cómo están abordando el cambio climático y los factores ESG, entre varios otros temas del negocio.
Las decisiones que toman los directores conllevan implicaciones legales, además de una responsabilidad organizativa, es decir, la obligación que se tiene con su entorno, las personas y la consistencia entre los valores declarados y como se conducen en la práctica. Por lo tanto, ya no bastará ni será aceptable que en la memoria anual las empresas digan cuestiones del estilo: “reduciré mi huella hídrica” o “la hemos reducido en comparación con el año anterior”, porque los grupos de interés, especialmente los inversionistas, la leerán como declaraciones de buenas intenciones. No se tratará de información dura que les permita realizar comparaciones con los competidores para evaluar qué empresa representa mejor sus intereses para invertir.
Así, las organizaciones que cotizan en bolsa, deberán divulgar información fiable y medible de acuerdo al estándar internacional Sustainability Accounting Standards Board (SASB) que conecta a las empresas e inversores en torno a los impactos financieros de la sostenibilidad. En este contexto, deberán divulgar aspectos como su materialidad financiera – específicos para cada industria – basados en evidencia, útiles para la toma de decisiones, divulgados al mercado y efectivos en términos de costos. El objetivo es que los inversores puedan comprender los riesgos y oportunidades para mejorar la toma de decisiones económicas.
En este contexto, son varios los desafíos para los directorios tales como entender si los propósitos de su organización crean valor para la comunidad, es decir, si los productos y servicios ofrecidos tienen un impacto positivo y son sostenibles en el tiempo, lo que implica repensar los valores, la misión, la visión y el modelo de negocio. Por otra parte, deberán asegurarse que los controles estén funcionando, lo que implica involucrarse en la gestión de riesgos. Capacitar a sus colaboradores en materias de ciberseguridad dado el avance tecnológico y digitalización acelerada que trajo la pandemia del Covid-19. Además, fortalecer la resiliencia y aprovechar de transformar los complejos cambios del entorno en oportunidades para diferenciarse de sus competidores.
En suma, ya no bastará con sentarse en el sillón del directorio mensualmente para revisar estados financieros y contables, sino que tendrán que salir fuera de la zona de confort para involucrarse de lleno en las múltiples tareas que les esperan, en cuanto a las exigencias de sostenibilidad, pues sus deberes fiduciarios serán ahora escrutados con mayor rigor.
Así es, el mundo cambió drásticamente y la sostenibilidad llegó para quedarse. De otra forma nos quedaremos sin planeta o le dejaremos a nuestras generaciones futuras solo migajas de él.
*M. Soledad Alonso Baeza es Abogada de la Universidad Diego Portales. Diplomada en Compliance y Buenas Prácticas Corporativas 2021 en la PUC. Asesora de cumplimiento normativo y gobiernos corporativos en Acevedo, Allende &
Mujica Abogados.