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¿El fin de las criptomonedas?

Recientemente, hemos sido testigos de cómo las principales criptomonedas, como Bitcoin y Ethereum, han llegado a sus valores más bajos en mucho tiempo. De hecho, el Bitcoin pasó desde los casi 69 mil dólares en noviembre de 2021, a caer por debajo de los 33 mil dólares, a un nivel visto por última vez en julio de 2021, esto es, más de un 50%.

*Cristián Reyes

Recientemente, hemos sido testigos de cómo las principales criptomonedas, como Bitcoin y Ethereum, han llegado a sus valores más bajos en mucho tiempo. De hecho, el Bitcoin pasó desde los casi 69 mil dólares en noviembre de 2021, a caer por debajo de los 33 mil dólares, a un nivel visto por última vez en julio de 2021, esto es, más de un 50%.

Según algunos expertos, tal fenómeno se debería al temor producido por el aumento de la inflación en el mundo, lo que habría provocado que la mayoría de los inversores hayan optado por no arriesgarse, vendiendo tanto acciones como criptomonedas, precisamente para reducir dicho riesgo. Aparentemente, el aumento de los tipos de interés estaría haciendo reflexionar a los inversores individuales e institucionales sobre las perspectivas del mercado de las criptomonedas, a diferencia de lo que ha ocurrido con el oro, por ejemplo, que ha subido alrededor de un 2,5% en el último tiempo.

A lo anterior, se agrega el hecho que TerraUSD (también conocida como “UST”), una de las mayores criptomonedas estables del mundo, perdió casi la totalidad de su valor durante los días recientes, rompiendo dramáticamente su relación de 1:1 con el dólar. Este mismo fenómeno estaría ocurriendo paulatinamente con otra stablecoin reputada, como es el caso de Tether.

En palabras simples, una stablecoin es una criptomoneda vinculada a un activo de reserva, como puede ser una moneda fiduciaria (dólar, euro, peso, etc.), una materia prima e incluso otras criptomonedas. En cierto modo, es una versión tokenizada del activo respectivo y puede introducirse sutilmente en un ecosistema de blockchain para facilitar las transacciones, mejorar el arbitraje y el intercambio de valor.

En la práctica, estas monedas estables han servido como refugio cuando hay turbulencias en los mercados, dado que se supone que tienen un valor “fijo” (alrededor de 1 dólar), estabilizado mediante algoritmos, para que puedan ser un depósito de valor fiable, en contraste con la extrema volatilidad del Bitcoin, el Ethereum y otros.

A priori, pareciera que las criptomonedas finalmente se ha visto afectadas por las mismas caídas que los mercados financieros tradicionales. Por ejemplo, producto de la pandemia y las guerras. Sin embargo, en vez de entender esta situación como el fin de los criptoactivos, más bien parece una oportunidad.

Por una parte, demuestra la necesidad de reforzar los algoritmos y parámetros utilizados para la creación de monedas estables, evaluar qué factores son los más adecuados de considerar conforme a las dinámicas de los activos subyacentes, e incluso descartar criptoactivos poco transparentes o basados en factores o estructuras poco robustas.

Por otro lado, da cuenta de un principio basal y que muchas veces se olvida: Ninguna inversión tiene resultados garantizados. Por ello, no pierde vigencia la necesidad de que los inversores expertos y no tan expertos, se informen. No solo al momento de invertir, sino también mientras esté vigente su inversión, a fin de tomar decisiones acertadas e incluso diversificar sus riesgos.

Pero, quizás lo más importante, es tener presente que las criptomonedas no tienen como finalidad única ni principal el hecho de servir como instrumento de inversión. Su destino es otro. Es el de contribuir a digitalizar el efectivo, a que las transacciones -incluso entre países- sean más rápidas, baratas y seguras, gracias a la tecnología blockchain, y -en definitiva- a que exista una mayor inclusión financiera, permitiendo el acceso a estos medios de pago, de remesa, de crédito y de ahorro en favor de todas las personas, incluso las que no califican para las instituciones bancarias. A ello se agrega la irreplicable utilidad que los criptoactivos ya están teniendo en transacciones digitales, en contratos denominados “inteligentes” y en la tokenización de activos y datos antes respaldados con un simple papel, entre tantos otros usos.

Las turbulencias en los mercados pasan. Las tecnologías que otorgan bienestar a las personas, quedan. Tal como ocurre con otros activos, la recomendación es informarse, informarse y mantenerse informado.

*Cristián Reyes.   Senior counsel de Aninat Abogados.  Cristián es especialista en industria Fintech, medios de pago y temas generales sobre Libre Competencia.

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