Columnas
La reforma de la Ley General de Bancos, 10 años después de la crisis financiera global
"Tras los cuantiosos rescates a los bancos norteamericanos y europeos, las normas internacionales que sujetan al mundo de las finanzas se estrecharon. Sin embargo, en Chile poco y nada cambió".
Por Rodrigo Mella
El 14 de septiembre se cumplen 10 años desde la caída de Lehman Brothers y el inicio de la gran crisis financiera global. Por esos días, el apocalipsis financiero se materializaba en un efecto dominó de quiebras y rumores de insolvencia entre las instituciones financieras más connotadas e influyentes del mundo. El pánico se apoderaba de los inversionistas y los ejecutivos de todas las instituciones financieras del mundo, mientras los reguladores financieros se tomaban la cabeza intentando evitar el colapso de la economía mundial.
Pero detrás de lo ocurrido el 14 de septiembre hay mucho más que finanzas y fallas de regulación. La crisis financiera de 2008 no solo afectó a los Estados Unidos, sino también golpeó a decenas de economías alrededor del mundo. Las conexiones globales de las instituciones financieras de Wall Street hicieron simple y expedita la propagación de los efectos negativos de la crisis. Y, más importante aún, la crisis afectó a toda una generación que vio como el mercado laboral ofrecía cada vez menos posibilidades. Millones de personas perdieron sus casas, trabajos y vieron disminuidos sus ahorros. La confianza de los ciudadanos en las instituciones se desmoronó y a partir de los hechos ocurridos en septiembre de 2008 surgieron movimientos sociales como Occupy Wall Street, que urgían a las autoridades a limitar el poder de las corporaciones y a reclamar por los efectos negativos de la crisis financiera.
En Chile, el 14 de septiembre de 2008 fue un día como cualquiera. Poco se conmemora sobre ese día. Las espaldas financieras del país y las políticas fiscales previsoras implementadas en los años anteriores permitieron que Chile no sufriera los embates abruptos de la crisis financiera global. Y no obstante aquello, la economía nacional anotó una caída en el PIB de 1,5% en 2009 y el desempleo se alzó por sobre los dos dígitos en varias regiones del país.
El mundo cambió después de 2008, aun cuando no exista un consenso respecto a la intensidad o causalidad de dichos cambios en la economía, la política y la vida de las personas. Hay algunos que justifican en la crisis financiera aquellos valores emprendedores que se le adjudican a la generación millenial (detalle en nota de Ari Jacoby, CNBC online), que tuvo que batallar con un mercado laboral complejo tras egresar de la universidad. Mientras que otros apuntan a la crisis financiera y la respuesta de las autoridades como un factor clave para explicar el surgimiento del populismo y sentimientos neo nacionalistas detrás de la elección de Donald Trump en Estados Unidos (véase en este articulo de Andrew Ross Sorkin, NY Times) y la decisión del Reino Unido de salir de la Unión Europea (más en articulo de Jill Treanor, The Guardian).
La regulación financiera también cambió. Tras los cuantiosos rescates a los bancos norteamericanos y europeos, las normas internacionales que sujetan al mundo de las finanzas se estrecharon. Tras la estabilización de los mercados, una ola de sobreregulación azotó las operaciones financieras, atendido el fresco recuerdo de las traumáticas horas de incertidumbre que siguieron la caída de Lehman Brothers. En este contexto, se ajustaron las normas de capital de los bancos, se fortalecieron las capacidades de los reguladores para supervisar el funcionamiento de las instituciones, se pusieron límites a las operaciones más riesgosas e incluso se impusieron barreras y condiciones a los sueldos de los principales ejecutivos de las instituciones financieras.
Sin embargo, en Chile poco y nada cambió. La Ley General de Bancos continúa su vigencia inmutable tras varias décadas desde su última reforma significativa. Y lo que es peor, la institucionalidad regulatoria y supervisora del sistema financiero chileno continúa, en el caso de los bancos, siguiendo una estructura creada en 1925 por Edwin Kemmerer. ¡Más de 90 años atrás! Si bien es cierto, la regulación bancaria y financiera chilena ha permitido un pasado y un presente estable para la economía nacional, pocos esfuerzos se habían realizado para incorporar las lecciones que dejó la crisis financiera de 2008. Los bancos continúan operando bajo las ideas de capital y endeudamiento de hace 30 años atrás cuando se implementaron las normas de Basilea I en Chile y escasos cambios se han introducido a la forma en que se controla que las instituciones financieras estén cumpliendo con su labor.
Por estas razones cobra especial importancia la discusión sobre la reforma a la Ley General de Bancos que actualmente navega las calmas aguas del Congreso Nacional. El “proyecto de ley que moderniza la legislación bancaria” (Boletín N° 11269-05) introduce una serie de modificaciones a la ley, con el objeto de adecuar su contenido al mundo post crisis financiera. El texto establece nuevas exigencias de capital a los bancos, convirtiéndolos en instituciones más solventes y capaces de enfrentar escenarios de crisis o stress de mejor manera y sin necesidad de comprometer las arcas públicas. Asimismo, el proyecto pone fin a la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, cuyas funciones serán absorbidas por la Comisión para el Mercado Financiero.
Mientras los bancos discuten internamente cómo harán frente a los nuevos requerimientos de capital (ojo con BancoEstado que puede que necesite 40 veces el valor del pase de Alexis Sanchez para cumplir con los estándares de capital), el décimo aniversario de la gran crisis financiera deja espacio a la reflexión sobre la capacidad del sistema financiero para sobrevivir a una crisis similar en el futuro y las formas en que la regulación puede ayudar a mitigar los efectos negativos de un colapso financiero como el vivido en 2008.
Por mi parte, me declaro un agradecido de la crisis financiera de 2008. El precario marcado laboral norteamericano post crisis hizo que una joven de Seattle no viera mayores alternativas de trabajo en los Estados Unidos y la empujó a probar suerte en el extranjero. Con un grado en literatura inglesa, ella vino a Chile a enseñar inglés para obtener más experiencia y para practicar su español. Para mí la crisis financiera significó una gran ganancia personal y emocional. Aunque para millones de personas, lo ocurrido después del 14 de septiembre de 2008 no da para una comedia romántica, sino para una tragedia griega. En este contexto, la reforma a la Ley General de Bancos se vuelve necesaria y urgente para evitar que futuras generaciones vean truncados sus sueños por la caída de una institución financiera cuya casa matriz se encuentra a miles de kilómetros de distancia. Más que mal, no todos tienen la misma suerte.