Detener a personas con órdenes de aprehensión pendientes y capturar a personas que fueran sorprendidas cometiendo delitos es el objetivo declarado de las rondas masivas que ha estado efectuando Carabineros en los últimos días y que en su última operación terminó con 4.885 puestas a disposición de los tribunales.
Desde la presidencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, la ministra Dobra Lusic advirtió que la medida saturaría el funcionamiento de los juzgados, mientras que el Fiscal Nacional, Jorge Abbott, sostuvo que el problema no era tal, sino que bastaba una coordinación anticipada, de modo de ser capaces de absorber el impacto que significa para el sistema este mayor número de detenciones.
Coordinación es el concepto clave; una clave que el Estado chileno no quiere entender. Y transita a saltos, aciertos y retrocesos en una materia tan sensible como es la eficiencia de los procesos interinstitucionales, en perjuicio de la ciudadanía.
Puede que la mayoría de nosotros, abogados, nos perdamos en mecanismos que un ingeniero tiene más que claros: si en un proceso hay un aumento marcado en el volumen de los insumos, este cambio imprevisto, desconocido para los otros actores que debieron haber sido informados, redundará en que no se consigan los objetivos planteados. Al menos no en los términos originales. Y en muchas ocasiones se fracasará.
En el caso de Carabineros (Ministerio del Interior), Ministerio de Justicia (Centros de detención, cárceles) y Poder Judicial (tribunales), la imprevisibilidad de un aumento volumétrico tiene como consecuencia lógica que las instituciones involucradas no logran prepararse y terminan reaccionando, sin información oportuna, sin un dimensionamiento adecuado y sin una organización eficaz.
¿Ejemplos de coordinaciones exitosas? Cuando por los cambios a las normas de inmigración Extranjería debió atender a cerca de 300 mil personas, se coordinó con ChileAtiende, entidad que apoyó con todos sus recursos, en todo el país, no sólo sumando lugares de atención, sino supliendo a Extranjería en aquellos donde hoy no cuenta con infraestructura. Y hasta el momento han pasado con buena nota, sin perjuicio de los atochamientos propios de los primeros días, situación que fue rápidamente superada.
Básico en comunicación estratégica es hacer un mapeo de los grupos de interés (también conocidos como stakeholders). Pues bien, es impensable que en la actividad del Estado no exista un levantamiento exhaustivo de qué organismos, ministerios, empresas públicas y privadas y… lo más importante, qué parte de la ciudadanía se verán afectados por una decisión que modifica un proceso.
Lo sabe el equipo de voleibol que recibe el saque del team contrario, porque en fracción de segundo coordina la recepción de la pelota. Si el armador recibe el balón, no habrá quién arme la jugada; si un centro está en el lugar de un punta y no se mueve, cuando arme, van a chocar.
Lo saben los encargados de un packing de fruta que se exporta: la cosecha y el embalaje deben estar coordinados. Si el packing no tiene todas sus máquinas operativas, si no tiene el personal o la cantidad de cajas necesarias para embalar, la empresa corre el riesgo de que el atraso en tan solo 24 horas implique no cumplir ciertos estándares, lo que no permitirá exportar esa fruta y terminará vendiéndose en el mercado nacional a un precio equivalente a un tercio de su valor de exportación.
Las acciones del Estado no son consideradas procesos productivos, cuando sí lo deberían serlo y cumplir las mismas reglas. Procesos eficientes son el opuesto a desequilibrios que provocan que el flujo de recursos no sea capaz de absorber los nuevos requerimientos espontáneamente.
No se pueden tomar medidas sin fijar estrategias para lograr los objetivos; si falla una parte del todo, es altamente que todo falle. La coordinación entre los organismos del Estado, pertenezcan a un mismo Poder o a diversos, debería ser una forma natural de hacer las cosas. Tenemos la experiencia: lo que falta es voluntad.