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A esta reforma tributaria le faltó Tinder. Ojalá no a la próxima

"En esta dolorosa aventura amorosa (reforma tributaria) no sólo es el gobierno quien se siente dolido: el mercado ve una tramitación legislativa odiosamente larga, la ciudadanía ve una clase política que no hace política y los técnicos ven una discusión que de técnica no tiene un pelo".

Por Ignacio Gepp

Para quienes no son muy versados en el uso de Tinder, su gracia está en que después de construir un perfil describiendo al usuario ansioso por encontrar el amor o algo que se la acerque, la aplicación le busca personas compatibles con su perfil. Si al usuario le gusta una de ellas, desliza su foto hacia la derecha y la “aprueba”. Si no le gusta la desliza a la izquierda y la “rechaza”.

Ignacio Gepp

Si tanto el usuario como la persona compatible han mostrado interés (deslizando sus respectivas fotos a la derecha), el sistema ofrece ponerlos en contacto en lo que se conoce como un match.

En la era digital aplicaciones como Tinder permiten hacer un Due Diligence (“DD”) amoroso sin siquiera intercambiar un “hola”. Ellas nos permiten conocer los intereses del otro y tácitamente declarar que existe interés mutuo. Algo así como un DD con Memorando de Entendimiento integrado. De misterio como ocurría en la antigua práctica del cortejo ni hablar.

Con todo lo bueno o malo que el método Tinder puede tener, uno quisiera que fuera aplicado a nuestra realidad legislativa para así no tener una cita tan mala como la que hoy se vive en varios procesos legislativos. A modo de ejemplo, es cosa de mirar la experiencia de la reforma tributaria:

  1. Gobierno propone volver a un sistema integrado: oposición (excluyendo a parte de la DC) lo desliza a la izquierda.
  2. Gobierno propone una Defensoría del Contribuyente: los Tribunales Tributarios y los funcionarios del SII la deslizan a la izquierda.
  3. Gobierno propone un Impuesto a los Servicios Digitales: la Cámara de Comercio  de Santiago lo desliza a la izquierda.
  4. Gobierno propone una Comisión Antielusión integrada por la Fiscalía Nacional Económica, el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia y la Comisión para el Mercado Financiero: los tres la deslizan a la izquierda.
  5. El Honorable Mario Desbordes propone sacar la integración del proyecto para así llegar a un consenso político: el oficialismo y varios eruditos tributarios lo deslizan a la izquierda.

Si usted señor lector fuera el Gobierno (o el honorable diputado mencionado), a estas alturas y como ante el amor no correspondido, probablemente se sentiría con la autoestima un poco dañada  y estaría ad-portas de borrar la aplicación de su celular.

Pero en esta dolorosa aventura amorosa no sólo es el gobierno quien se siente dolido: el mercado ve una tramitación legislativa odiosamente larga, la ciudadanía ve una clase política que no hace política y los técnicos ven una discusión que de técnica no tiene un pelo.

Siendo optimista espero que la mayor parte de lo que era un buen proyecto se apruebe.

Pero siendo realista también creo que lo que sea que se apruebe ahora se estará discutiendo nuevamente en pocos años (¿tributación de la economía digitalizada para el 2020 o 2021?).

Con eso en mente, cruzo los dedos para que la próxima reforma tributaria sí se haga con un Tinder en la mano y lo usemos antes de entrar con un proyecto. Con políticos que decidan hacer política y cariño por Chile, ojalá podamos ir con un consenso técnico y político sobre el romance tributario que como sociedad debemos y queremos tener.

Ese romance ya tiene algunas bases comunes:

  1. No queremos someter a las PYMES al mismo sistema que una empresa hecha y derecha (por ahí se sugiere que tengan un impuestos graduales);
  2. Queremos combatir la elusión (¿quizás a través de un principio en vez de una norma?) y que su combate sea juzgado por un tercero independiente tanto en lo orgánico, en financiero como en lo técnico;
  3. Queremos un sistema que pague las cuentas pero que no dañe la inversión (si nuestros vecinos con mejores mercados, recursos y restaurants se ordenan nos vamos a la B);
  4. Queremos un órgano de control del cumplimiento tributario efectivo y bien financiado pero donde se respete con igual eficacia, entusiasmo y proactividad los derechos de los contribuyentes (hay que empoderar con fuerza a los Departamentos de Procedimientos Administrativos Tributarios del SII);
  5. Queremos un sistema tributario que no ahogue la innovación tecnológica (¿alguien se imagina hoy un mundo sin Uber, Amazon, Rappi, Netflix o Google?).

¿Qué es lo que me atrevería a decir que como ciudadanía no queremos? Un proceso legislativo tan ordenado como cumpleaños de monos y, si me disculpan lo cursi, una certeza jurídica tan esquiva como el agua entre los dedos (ej. Tribunal Constitucional v/s Corte Suprema).

Ya estando en esta cita hay que intentar salir de la mano. Para la próxima, ojalá el método Tinder nos ayude a entrar al encuentro con menos nervio, mucho humor y un buen acuerdo previo. Creo que la pasaremos mejor.

Ignacio Gepp

Abogado, Universidad de Chile. Su práctica se centra en materias de tributación local e internacional, litigios tributarios, precios de transferencia e inversión extranjera. Director en Puente Sur Tax Advisory.

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