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¿Habrá libre competencia en el Metaverso?

"En el metaverso, al igual como está ocurriendo con los Esports, coexistirán diversos mercados y si hay mercados habrá oferentes y demandantes, y -si es que se acepta la existencia de más de un oferente- habrá posibilidades de competencia en eficiencia u otros factores, e incluso de que algunas empresas tengan una posición dominante dentro de este universo virtual. Todo lo anterior conlleva, por cierto, la posibilidad de que en esta nueva realidad existan conductas anticompetitivas como la colusión y el abuso de la posición de dominio. Aunque el análisis respectivo no será tan sencillo".

Por Cristián R. Reyes Cid *

Recientemente, la jefa digital de la Unión Europea, Margrethe Vestager, planteó la necesidad de que la futura operación del llamado Metaverso se enfrente a un mayor escrutinio, puesto que los planes para crear un entorno de realidad virtual que lo abarque todo plantea nuevos desafíos para los reguladores antimonopolio.

Y es que con el desarrollo de juegos como Axie Infinity y el ingreso de Facebook (actual Meta) a este campo, se ha ido acelerando el camino que otros como Second Life y Altspace VR ya habían iniciado, enfocándose de lleno a la creación de espacios virtuales compartidos, permitiendo a los usuarios -en tiempo real- interactuar, trabajar, jugar y consumir en un entorno digital inmersivo que reflejará muchos de nuestros hábitos del mundo material.

Es por ello que empresas como Nike han presentado solicitudes de registro de marcas para productos virtuales descargables, Walmart ha anunciado planes de construir tiendas minoristas en línea de mercancía virtual, han surgido compañías de bienes raíces virtuales millonarias, diseñadores de vestuario han creado cargos y colecciones enfocados en el metaverso, e incluso las autoridades públicas chinas planean ofrecer servicios públicos a través de esta nueva realidad.

En tal sentido, la creación de los tokens no fungibles o NFT ha sido fundamental, puesto que ha permitido que existan en internet bienes únicos e irreplicables, gracias al respaldo que otorga la tecnología blockchain.

Lo señalado nos permite vislumbrar que en el metaverso, al igual como está ocurriendo con los Esports, coexistirán diversos mercados y, si hay mercados, habrá oferentes y demandantes, y -si es que se acepta la existencia de más de un oferente- habrá posibilidades de competencia en eficiencia u otros factores, e incluso de que algunas empresas tengan una posición dominante dentro de este universo virtual.

Todo lo anterior conlleva, por cierto, la posibilidad de que en esta nueva realidad existan conductas anticompetitivas, como la colusión y el abuso de la posición de dominio. Aunque el análisis respectivo no será tan sencillo.

Lo más probable es que, en una primera época, coexistan varios metaversos, por lo que es posible que éstos compitan entre sí con el propósito de obtener un mayor número de usuarios y lograr los efectos de red tan deseados por toda clase de plataformas digitales. La observación de este fenómeno de competencia entre metaversos será interesante, puesto que ello permitirá constatar empíricamente si lo usuarios preferirán participar en uno o más universos, si tendrán costos altos o bajos de cambio, y cuáles serán los esfuerzos de estas plataformas para atraerlos y retenerlos, sin perjuicio del transversal desafío de ofrecer garantías desde la perspectiva de la ciberseguridad, la protección de datos y la propiedad industrial e intelectual.

Aun así, nos parece que el fenómeno competitivo que se pudiere producir dentro de cada metaverso será aún más complejo de analizar. En efecto, dependiendo si se considera la posibilidad de que estos universos sean centralizados o no, las interrogantes son múltiples.

Cristián R. Reyes Cid

Pensemos, primero, en un metaverso descentralizado, que no dependa de un “dueño” que fije las reglas y en el que los oferentes de productos o servicios puedan participar sin restricciones. A primera vista, esta clase de metaverso sería más “libre”, más competitiva y menos ideologizada. Sin embargo, la breve experiencia que se ha tenido con estas nuevas realidades ya ha hecho saltar algunas alarmas en aspectos tales como el trato entre usuarios, las amenazas, fraudes y otros ilícitos penales, ética publicitaria e incluso urbanismo al interior del respectivo metaverso, preocupación que perfectamente podría hacerse extensiva a otras áreas, como la sana y libre competencia. Es por ello que juristas de todo el mundo, incluido Hispanoamérica, se están reuniendo para discutir estas materias. Una gran pregunta será cómo hacer aplicables sus conclusiones a estos mundos sin dueño. Probablemente, como en el caso de los criptoactivos y otros sistemas colaborativos, serán los usuarios los que irán consensuando las reglas éticas que les sean más afines, a través de smart contracts y organizaciones autónomas descentralizadas (DAO).

Si pensamos ahora en un metaverso centralizado, el problema no será de normas, ya que el propietario del respectivo mundo claramente las tendrá. El punto es si tales normas se estiman como adecuadas o no por los usuarios, si son o no abusivas o ilegales de cara a las autoridades, o sin son facilitadoras para que exista más de un oferente de los bienes o servicios que se ofrezcan en dicho metaverso.

Entendemos que si no existe alguna especie de posición dominante, sería poco probable que se generen ilícitos en esta materia. Pero tal posición de dominio no sólo podría darse desde la perspectiva del dueño del universo y los usuarios que participan en éste (previo análisis -por ejemplo- de barreras de salida o costos de cambio, entre otros factores), sino también en relación a productos o servicios específicos que se presten en ese metaverso y no en otros, o respecto de oferentes que lleguen a acuerdo con los dueños de la plataforma para no admitir a otros que ofrezcan lo mismo. Incluso, si en el mediano plazo los metaversos tienden a ser pocos o únicos, podría darse la situación de que se constituyan en verdaderas instalaciones esenciales para que ciertos bienes o servicios se puedan ofrecer y vender a las personas.

A todo lo señalado, se suma la creciente competencia que podrían también inyectar tanto los proveedores de aplicaciones que se puedan (o no) ejecutar al interior de los metaversos (incluidas las redes sociales), como los fabricantes de artículos tecnológicos que sirvan para mejorar la experiencia virtual de los usuarios reales (equipos, cascos, lentes, trajes, auriculares, etc.). Los riesgos de exclusión y colusión, e incluso de intercambio de información sensible, se avizoran como relevantes.

Como siempre, el análisis tendrá que hacerse en su momento, caso a caso. Pero la complejidad no cesará, puesto que habrá que preguntarse cómo las autoridades públicas podrán fiscalizar, acreditar e incluso resolver los posibles problemas anticompetitivos que se produzcan no sólo en torno al metaverso, sino al interior de él y especialmente tratándose de plataformas descentralizadas.

El metaverso no es ciencia ficción, sino un tema que debemos pensar desde ya. Posibilidades como la interoperabilidad e interconexión obligatoria entre mundos, la participación en éstos de las autoridades públicas, la cooperación internacional e incluso el análisis de operaciones de concentración que se produzcan en dicho contexto, son alternativas que debieran comenzar a discutirse.

Cristián R. Reyes Cid es abogado de la Universidad Católica, ex jefe de las divisiones Jurídica y de Litigios de la Fiscalía Nacional Económica (FNE) y senior counsel en Aninat Abogados.

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