Columnas

Especial 8M | Mujeres y carrera profesional: ¿elección libre o condicionada?

En el marco de una nueva conmemoración del Día de la Mujer, la economista Camila Carrasco se hace parte del Especial 8M de EstadoDiario, un espacio en el que abogadas y profesionales relacionadas al mundo legal escriben sobre la participación de mujeres en sus respectivas áreas, y revisando el estado actual de diversos ámbitos del derecho y su práctica.

Por Camila Carrasco Donoso*.

El cerebro es uno de los órganos más complejos y fascinantes del cuerpo humano. Con alrededor de 86 mil millones de neuronas que forman más de un billón de sinapsis, es capaz de almacenar más de 74 TB de información y coordina prácticamente todo lo que hacemos: desde el pensamiento y la toma de decisiones, la memoria y emociones, el movimiento, el habla y los sentidos, hasta funciones tan fundamentales como respirar, dormir y controlar el latido del corazón.

Camila Carrasco Donoso

Con el inicio del calendario académico en la mayoría de los planteles universitarios del país durante esta semana, me pregunto cuán determinante es la biología en las preferencias y decisiones vocacionales de las jóvenes y qué tanto ha cambiado nuestra sociedad en los últimos 148 años desde que se permitió ingresar a las mujeres a la educación superior por primera vez en Chile. 

En esta línea, de ser cierta la idea popular de que las mujeres utilizan más el hemisferio derecho del cerebro -siendo por esto más “emocionales”- mientras que los hombres utilizan más el izquierdo – haciéndolos más “lógicos” – parece bastante racional que cada quien elija una carrera que vaya acorde a sus habilidades naturales. Entonces, ¿por qué existe tanto debate respecto a los estereotipos de género en la elección de la carrera profesional? 

Lo cierto es, que el mito de la lateralización cerebral ha sido desmentido en la neurociencia moderna hace ya varios años, pero pareciera que seguimos “pegados” con esta simplificación de nuestra identidad. ¿Seguimos creyendo las mujeres que estamos en desventaja ante nuestros pares masculinos en disciplinas analíticas, que requieren de pensamiento crítico y resolución de problemas complejos? ¿Será que los hombres siguen creyendo que sus compañeras no tienen las mismas habilidades duras que ellos y, por ende, no las ven como una competencia real? 

Y es que esta discusión de las carreras “feminizadas” y “masculinizadas” no es menor si se considera que una parte significativa de la brecha salarial promedio entre hombres y mujeres viene por el hecho que los primeros tienden en términos relativos a estudiar carreras más selectivas y mejor remuneradas. Fenómeno, que por lo demás, sigue muy vigente al día de hoy a pesar de los avances en el acceso a nivel general.

En efecto, si analizamos el total de universitarios matriculados en primer año en 2024 con datos del SIES, vemos que un 47,7% de las mujeres ingresó a carreras donde más del 70% también son mujeres, mientras que un 6,9% ingresó a carreras donde más del 70% son hombres. Dentro de todas las razones posibles – como la maternidad que lleva a las mujeres a buscar trabajos más flexibles a costa de su proyección laboral– el que las mujeres tengan menores puntajes y no alcancen a “entrar” a cierto tipo de carreras no es una de ellas. 

De hecho, hicimos un ejercicio en mi oficina para comparar la probabilidad de hombres y mujeres de poner en primera preferencia a determinadas carreras como Ingeniería Comercial y Derecho que tuviesen el mismo puntaje en la prueba de admisión (éstas fueron las únicas dos carreras dentro del top 10 en términos de matrícula de mujeres que no son carreras “feminizadas”).  En ambos casos, los resultados comprueban que las mujeres presentan consistentemente una menor probabilidad, llegando dicha brecha a más del doble en los puntajes más altos de quienes postulan a Ingeniería Comercial.

Cuando entré a estudiar economía en la Universidad de Chile, poco sabía aún de estas materias, pero me acuerdo de alegrarme al ver que éramos varias mujeres en la carrera (y con varias me refiero al 35% de la matrícula de primer año), y que nos iba bien. Pronto descubrí que eso no bastaba. Recuerdo un profesor que en mitad de una clase dijo: “Para qué estamos con cosas, todos sabemos que las mujeres aquí están para buscar marido”. Algunos se rieron, otros nos indignamos, pero nadie dijo nada y la clase continuó normalmente. Ahora que recuerdo hacia atrás esta anécdota, me vuelvo a preguntar ¿en qué medida comentarios como ese van minando lenta y silenciosamente la confianza y autopercepción de las mujeres en el ámbito profesional? ¿Cómo coartan esos micromachismos el abanico de opciones que barajamos las mujeres?

En mi caso, me alegro enormemente haber logrado sortear esas “señales” que la sociedad manda a las mujeres para seguir por el camino más seguro a costa de sus propios intereses y realización personal. Casi 20 años después de la decisión de estudiar economía, hoy soy socia de Bering, una oficina integrada por abogados y economistas, en la cual me siento desafiada y motivada todos los días. Y para mi al menos, eso es un lujo del cual estoy muy consciente y agradecida. 

Romper con estos patrones requiere cambios en varios frentes: desde políticas de corresponsabilidad hasta estructuras laborales que no penalicen la flexibilidad. Pero también implica cambiar la forma en que criamos a nuestros hijos desde pequeños, permitiéndoles explorar todas sus habilidades sin etiquetas de género.

*Camila Carrasco Donoso, socia en Bering. Economista Universidad de Chile, Magíster de Análisis Económico en la misma facultad y master de políticas públicas y ciencias medioambientales en la Universidad de Chicago.

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